COMENTARIO A UN DOCUMENTO “INTERNO” DE LOS CJC
Por uno de esos azares
del destino, ha venido a caer en nuestras manos un documento “interno” de los
llamados Colectivos de Jóvenes Comunistas, titulado “El izquierdismo hoy: nuevas
formulaciones, misma práctica”. En él, sus “ideólogos” se dedican, durante unas
25 páginas, a exorcizar
los temores que en estos momentos parece que atenazan al revisionismo, y que
vienen a sintetizarse en uno solo: los cabecillas del PCPE y de sus juventudes
saben que, en un contexto de agudización de la crisis general del capitalismo
como el que estamos viviendo, no tienen nada que ofrecer ni a la clase obrera ni
a la juventud combativa y temen que en algún momento se produzca una desbandada
en sus filas, ante el escoramiento a la izquierda que se está dando entre los
sectores avanzados. Este documento, y la contrarrevolucionaria y cobarde crítica
que en él dirigen a nuestro Partido (ni siquiera se han atrevido a hacerla
pública, como correspondería a una auténtica organización comunista), son un
intento desesperado por evitar esa desbandada, que no cabe duda que se producirá
más pronto que tarde. Ningún comunista honesto puede permanecer por mucho tiempo
en las filas del revisionismo.
Una cuestión previa
Antes
de entrar en mayores honduras sobre el
documento que estamos tratando, nos gustaría mencionar un pequeño detalle que
nos ha llamado poderosamente la atención. No es otro que el sorprendente hecho
de que los “teóricos” de los CJC pretendan respaldar sus posiciones recurriendo
a varias citas de Stalin.
Nos dicen que algunos
jóvenes «sin la suficiente formación o información» se pueden ver atraídos por
nuestro Partido. Pues bien, para que quienes militen o pretendan militar en el
PCPE-CJC cuenten con la suficiente información y no vayan por el mundo a ciegas,
como parece que les ocurre a los jóvenes que se acercan a nuestro Partido, nos
gustaría aportar alguna información sobre estos comunistas de los pueblos de
España, sobre cuáles son sus orígenes y hasta qué punto sus postulados no tienen
nada que ver en absoluto con los que defendiera Stalin.
El PCPE no surge, como surgimos otros,
hace ya más de cuarenta años, en la lucha que en aquellos momentos se
desató entre el revisionismo y el comunismo revolucionario. Surge bien
entraditos los 80, por lo que comparten con los carrilistas no sólo todo
el proceso de degeneración política e ideológica que se inició a partir de la
adopción por el PCE de la política de reconciliación nacional, sino también lo
que fue la culminación de ese proceso; es decir, la llamada transición, donde se
plegaron hasta casi partirse el espinazo a los intereses de la oligarquía
financiera y de los franquistas. El PCPE, en este sentido, es partícipe y
cómplice del carrillismo en aquella farsa en la que se echó por tierra y se
pisotearon décadas de la más heroica lucha antifascista.
Por
otra parte, el PCPE no nace como una escisión
revolucionaria del PCE, sino que
simplemente es una criaturita del ultradegenerado PCUS de los años 80. El PCE se
había desmarcado de la URSS para abrazar el eurocomunismo, y, ante eso, el PCUS
necesitaba crear un partido que continuara cumpliendo el papel de testaferro del
revisionismo soviético en nuestro país. De aquí nace el PCPE, son éstos sus
heroicos orígenes: mientras algunos continuamos manteniendo en alto la bandera
de la resistencia y de la lucha por el socialismo (cuando esta bandera ya había
sido arrojada al barro por la mayor parte de las organizaciones que se
autodenominaban “comunistas”), otros se dedicaban a “trincar rublos” (como diría
algún periodista), generosamente donados por la mafia que en aquellos momentos
se había instalado en el gobierno, el partido y el Estado soviéticos. ¿Puede dar
lecciones de marxismo-leninismo una organización semejante?
El PCPE puede hacer
todos los requiebros ideológicos que quiera; ha sido, es y será parte del campo
revisionista.
Y es aquí donde entra la
cuestión de Stalin. Pocas organizaciones hay más ajenas a Stalin que el PCPE. Ni
siquiera cabe aplicarles el concepto de jruschovistas. Su revisionismo no es ni
siquiera el del XX Congreso del PCUS. Es algo mucho peor. El PCUS de los años
80, su alma
mater, más que revisionista, era un semillero de agentes del imperialismo
apenas disimulados. ¿A cuento de qué se dedican los peceperos a citar a Stalin?
Su pretensión de hacerse pasar por “estalinistas” (entendiendo “estalinista”
como sinónimo de marxista-leninista) resulta, más que cómica, patética. El PCPE
representa un proyecto viciado en origen, emparentado con los Carrillo, los
Gorbachov y elementos similares. Actualmente, no es más que el ala izquierda del
revisionismo. Es más, resulta incomprensible que no opte por integrarse
directamente en IU, coalición de la que fue miembro fundador. Desde la óptica de
los comunistas revolucionarios, no se aprecian grandes diferencias entre el tal
Carmelo Suárez y los Cayo Lara y Llamazares. Todos comparten la misma impronta
ideológica, la que les viene del tronco común del carrillismo.
Sobre
el carácter del Estado, la República Popular
y los
lugares comunes del oportunismo.
Parece que
todas las variantes del oportunismo, de “izquierda” y de derecha, coinciden en
los mismos elementos a la hora de hacer una crítica de la línea de nuestro
Partido. Los peceperos no iban a ser menos.
Niegan
que el
Estado español tenga un carácter fascista. Dicen que «España, a la muerte de
Franco y con la posterior “transición política” se equipara al resto de las
democracias burguesas occidentales, quedando una serie de reminiscencias del
antiguo régimen (tribunales especiales, corona, etc.) pero que en ningún momento
condicionan la correcta caracterización de España como una democracia burguesa
al uso. Además, una vez finalizada la dictadura fascista, España se incorpora de
facto a la cadena imperialista europea».
La última frase de esta
cita resulta bastante incomprensible. ¿Es que España, antes de la farsa
transicional, era un Estado antiimperialista y sólo después «se incorpora de
facto a la cadena imperialista»? Por el tono que los ideólogos
de los CJC utilizan a lo largo de este documento, da la impresión de que tienen
un alto concepto de sí mismos en el plano teórico. Sin embargo, en ciertas
afirmaciones, como ésta que mencionamos, demuestran tener graves carencias
políticas e ideológicas y ser más unos diletantes que marxistas más o menos
formados. El franquismo estaba incorporado a la cadena imperialista desde el 18
de julio de 1936.
Por
otro lado, hay algunos datos que se les olvida mencionar a los ideólogos de marras, aunque quizá
no deberíamos tenérselo en cuenta, pues, ciertamente, el PCPE sí ha vivido en
una democracia
burguesa al uso, en el sentido de que estas más de tres décadas que han
transcurrido desde la farsa transicional han representado para este partido un
período extraordinariamente apacible, parafraseando a Mayor Oreja (que, al igual
que los peceperos, también cree firmemente que vivimos en una democracia, y, en
su momento, cuando desempeñaba las funciones de ministro del interior, se marcó
el objetivo de convencernos a todos de ello, con lo medios más pedagógicos).
Lo que olvidan mencionar
nuestros jóvenes comunistas
es que las reminiscencias del franquismo que arrastramos, no sólo consisten en
la existencia de un tribunal especial o de la institución monárquica (que más
que una reminiscencia franquista es una reminiscencia feudal), sino en otras
muchas; a saber: la utilización de la tortura de forma sistemática en la
represión de la disidencia política, la utilización del terrorismo de Estado y
la guerra sucia (en fechas tan recientes como 2009 todavía el Estado secuestró,
torturó, asesinó y desapareció a un militante antifascista, como es el caso del
independentista vasco Jon Anza), la ilegalización de organizaciones políticas,
el encarcelamiento de militantes políticos, cuyas condenas se cuentan por
décadas (esas condenas que en este documento se consideran «ridículas desde el
punto de vista militante»)... La democracia española al
uso resulta en realidad muy sui
generis, y mantiene tantas concomitancias con el franquismo que a algunos
nos lleva a cometer el imperdonable error, propio de unos incorregibles
izquierdistas, absolutamente ignaros de los principios del marxismo-leninismo,
de considerar que vivimos bajo un Estado fascista. Pero es que nosotros vivimos
en una realidad paralela... la que le toca vivir a las organizaciones
revolucionarias. La realidad de los comunistas al
uso que viven en democracias al
uso es bien diferente.
Y, a riesgo de resultar
reiterativos, nos gustaría traer aquí una cita muy interesante, cuya
procedencia revelaremos al final de la misma: «España es el Estado europeo donde
más población reclusa existe, donde más duro es el Código Penal y donde las
normas sancionadoras se aplican con menores garantías, respecto a otros Estados
del continente.
»Con más de un millar de presos
políticos, con más de una veintena de organizaciones ilegalizadas o disueltas a
base de persecuciones, con reiterados informes de los diferentes relatores de
Naciones Unidas, constatando la práctica reiterada de la tortura durante las
custodias de detenidos o presos, así como las escasas o nulas consecuencias
penales para sus autores, merece la pena analizar la represión con especial
hincapié.
(...)
»Tras las
leyes de amnistía dictadas por las Cortes franquistas en 1976 y 1977, izquierdas
y derechas parlamentarias han proclamado al mundo la plena consecución de
las libertades públicas en España, así como la absoluta inexistencia de presos
políticos en su territorio.
(...)
»En
la medida en que la estructura política, económica y militar del Estado español quedó
apenas intacta tras la promulgación de la Constitución de 1978, era evidente que
volvería a haber presos políticos, y la realidad que hoy vivimos deja muy clara
esta afirmación.
»En el año 2002, los dos
grandes partidos de la burguesía, PSOE y PP, lanzaban la promulgación de la
conocida como Ley de Partidos, instrumento legal que ha sido indispensable en la
conculcación de los derechos civiles de miles de personas en todo el Estado. En
virtud de este texto, más de una veintena de organizaciones políticas, sociales,
de defensa de los derechos humanos o culturales han sido ilegalizadas, y decenas
de dirigentes y militantes encarcelados, así como de mucha gente que ha sido
relacionada con organizaciones o movimientos sin ser parte de ellos, para poder
condenarles sin ningún tipo de prueba real, bajo la argumentación de ser un
instrumento legal con fines terroristas. Este tipo de condenas se han dado en
procesos judiciales con múltiples irregularidades, mediante tribunales de
excepción y sin las debidas garantías procesales. (...)
»De una manera o de
otra, los procesos penales que se han dado en los últimos 30 años contra la
disidencia en todo el Estado, han sido denunciados por diferentes organismos
internacionales por la total ausencia de garantías de los mismos:
autoinculpaciones y confesiones obtenidas bajo tortura durante los días que la
Ley Antiterrorista habilita para que el detenido no tenga medios de defensa,
condenas formuladas en base a diligencias policiales y sin pruebas, o la
existencia de tribunales de excepción como la Audiencia Nacional, son la base
para una represión que afecta a militantes comunistas, anarquistas,
independentistas, antimonárquicos y jóvenes inconformistas con este sistema en
general (...).
»Este marco represivo
que, con unos medios de comunicación totalmente domesticados y el silencio
general en la izquierda reformista, abre el camino para que se reabran viejas
fórmulas represivas y el terrorismo de Estado, fórmulas que de hecho nunca
fueron cesadas. Actualmente, existe un pacto de Estado sobre malos tratos y
tortura, que involucra a jueces, que ni investigan ni condenan a fuerzas
policiales; políticos, que dirigen en la sombra; policías y guardias civiles,
que ejecutan; y medios de comunicación, que silencian o desacreditan las
denuncias. (...)
»Es igualmente
ilustrativo el sistema carcelario español que, reconocido por sus propios
mentores como uno de los más crueles de Europa, se configura no solamente como
aparato de represión, sino que supone el medio esencial para la anulación física
de las personas reclusas, donde la represión abarca todas sus formas. Torturas y
aislamiento son los métodos habituales de trabajo del personal de
prisiones.»
Sólo cabe extraer una
conclusión de estas líneas, y no es otra que la de la pervivencia del fascismo
tras el tongo de la transición. ¿Qué otra conclusión cabe sacar cuando se dice
que en «la medida en que la estructura política, económica y militar del Estado
español quedó apenas intacta tras la promulgación de la Constitución de 1978,
era evidente que volvería a haber presos políticos» o que prácticas como el
terrorismo de Estado «nunca fueron
cesadas»?
¿Y de dónde ha sido
extraída esta cita? ¿Tal vez es un producto de nuestra ultraizquierdista y
retorcida mente? Va a ser que no. Esta cita viene de otro lado. El título del
documento, muy poético y combativo, es “La juventud a la ofensiva construyendo
revolución”, y sus autores son... los propios CJC. Y no es un simple articulillo
publicado por alguna oveja descarriada de estos colectivos, sino que viene a ser
algo así como el informe político que se sometió a debate en el 7º congreso de
las juventudes del PCPE. Sorprendente, ¿no?
Y ahora lo que hay que
analizar es cuál es la verdadera posición de los CJC: si la que se expresa en el
documento “interno” “ultrasecreto” o el documento del 7º congreso. Nosotros
consideramos que en ambos documentos se expresa la verdadera posición de los CJC
(el oportunismo, siempre por encima del bien y del mal, puede permitirse el lujo
de defender una cosa y la contraria). Y nos explicamos: con el documento del 7º
congreso pretendían contentar al sector más combativo de sus militantes; y con
el documento “ultrasecreto” lo que pretenden es neutralizar las tendencias
revolucionarias de esos mismos sectores combativos. Hay una compatibilidad total
entre ambos documentos, desde el punto de vista de la estrategia de los
peceperos y de sus juventudes para retener a sus militantes, no vaya a ser que,
faltos de «formación e información», se decidan a ir por otros derroteros
políticos e ideológicos, alejándose para ya no volver de este producto de la
perestroika que es el PCPE-CJC.
Continuando con los
lugares comunes en que suelen incurrir gran parte de las organizaciones
oportunistas a la hora de criticar a nuestro Partido, debemos entrar en la
cuestión de la República Popular y qué papel juega en la estrategia y la táctica
que defendemos.
Los oportunistas suelen
defender que nuestro Partido no lucha por el socialismo, sino que nos limitamos
a defender un proyecto “populista” (en el sentido en el que el leninismo
entiende este concepto), meramente democrático-revolucionario. Quienes hacen
esta interpretación de nuestras posiciones, y no son pocos, o bien no saben leer
o bien se dedican a acercar el ascua a su sardina y no entienden otro modo de
atraer al personal a su organización que manipulando y falseando las posiciones
de la competencia.
Los CJC, a este respecto, dicen en su documento que nuestro posicionamiento
sobre el carácter fascista del Estado español «tiene un único objetivo: rechazar
la necesidad estratégica de la revolución socialista». A esto podríamos
contestar que el posicionamiento de los peceperos sobre el carácter no fascista
del Estado español tiene también un único objetivo: el de justificar su apego a
la legalidad burguesa, al electoralismo y a los métodos de lucha no
revolucionarios.
Nuestro Partido, por
activa y por pasiva, siempre ha dicho que la revolución pendiente en España sólo
puede tener un carácter socialista. ¿Podría ser de otro modo en un país de
capitalismo monopolista de Estado como el nuestro?
Ahora bien, ¿cómo
llegamos al socialismo? ¿Cómo nos acercamos
al socialismo? ¿Es necesaria alguna fase intermedia? Nosotros creemos que
sí.
Partimos
de la base de que toda revolución socialista, aunque se dé en
un país imperialista, tiene, nos guste o no, un cierto componente popular. Esos
purismos de “clase contra clase” tienen más que ver con el trotskismo que con el
marxismo. Ciertamente, las clases determinantes en las sociedades capitalistas
son la burguesía y el proletariado; son estas dos clases los principales actores
en la lucha por el socialismo.
Pero existen también los
llamados sectores populares (trabajadores autónomos, pequeños propietarios,
campesinos...), sectores no proletarios que los comunistas debemos saber
ganarnos para la revolución o neutralizarlos en caso de que lo primero no sea
posible, sencillamente porque, de no hacerlo, los tendremos enfrente, en el
campo de la burguesía, del fascismo. Y hay que tener en cuenta que estos
sectores no proletarios representan todo un ejército
formado por millones de personas. Sería, desde luego, una política muy poco
inteligente dejar que esta fuerza social se decantara
hacia el campo de la reacción.
No se puede derrotar a
un Estado fascista, armado hasta los dientes y dispuesto a desencadenar, como ya
ha demostrado en numerosas ocasiones (antes y después de 1978), la más
sanguinaria y terrorista represión contra el movimiento revolucionario, sin
forjar la más amplia unidad obrera y popular, que es a lo que nosotros
denominamos como Movimiento de Resistencia Popular.
Existen, además, algunas
cuestiones democráticas que resolver, como es el caso de la opresión nacional;
y, en relación con esto, debemos establecer relaciones de colaboración y
entendimiento con las expresiones progresistas de los movimientos de liberación
nacional de las nacionalidades oprimidas por el Estado español, cuyo componente
de clase tampoco es precisamente proletario.
Éste es el sentido de
nuestras posiciones democrático-populares y ésta es la razón por la que
consideramos que la revolución socialista deberá pasar por un breve período de
transición (tal vez de sólo unos meses) que prepare las condiciones para iniciar
el proceso de construcción del socialismo como tal. En nuestro programa, se
expresa con bastante claridad: «Con la instauración de la República Popular se
inicia el periodo que va desde el derrocamiento del Estado fascista e
imperialista a la implantación de la
dictadura del proletariado. Dicho periodo cubrirá una corta
etapa de transición que puede ser considerada también como de comienzo
de la reestructuración socialista».
Nuestro planteamiento
sobre la República Popular y el gobierno provisional democrático-revolucionario
encaja perfectamente con lo que Dimitrov, en el VII Congreso de la Internacional
Comunista, definía, siguiendo a Lenin, como las «formas especiales de
transición o de acercamiento a la revolución proletaria». Quien quiera
encontrar contradicciones, ambigüedades o posiciones ajenas al
marxismo-leninismo en un planteamiento como el nuestro, o es un manipulador o no
entiende absolutamente nada de la teoría, de la práctica y de la historia del
movimiento comunista. Encontramos un poco de todo esto en el documento de los
jóvenes “comunistas”.
No hay en nuestra posición ninguna innovación en lo que se refiere a la lucha por
el socialismo. Todos los procesos de construcción socialista que se han dado a
lo largo de la historia han tenido este componente popular: antes de la
Revolución de Octubre se dio la revolución de febrero, y el gobierno surgido de
Octubre no era un gobierno puramente obrero, sino un gobierno obrero y
campesino; por no hablar del período de la NEP, en el que se estableció una
alianza temporal no sólo con la pequeña burguesía campesina, sino también con la
pequeña y mediana burguesía industrial y comercial. Ahí tenemos también la
revolución china o los procesos que se dieron en las democracias populares de Europa del este. Y
este componente popular, aunque en menor medida, dado el grado de desarrollo
actual del capitalismo en todos los países, que tiende a simplificar al máximo
el conflicto de clase (sin llegar a reducirlo totalmente a la purísima fórmula de burguesía versus proletariado), continuará jugando un
papel en el futuro. Nuestro Partido cree que este papel debe ser tomado en
cuenta y tener su reflejo en la táctica revolucionaria. Por el contrario, las
organizaciones que pretendan soslayarlo, sólo estarán demostrando que tienen una
concepción abstracta, puramente teoricista y metafísica de la lucha de clases y
una manifiesta incapacidad para desenvolverse en el plano de la realidad, en el
plano de lo concreto.
El
“señuelo” de los presos políticos
En otra parte
del documento se dicen cosas como ésta: «Mediante su praxis, el PCE(r)
busca en los frentes no la hegemonía, como debiera hacer un destacamento
comunista, sino atraer a militantes a su organización utilizando por ejemplo la
solidaridad hacia los presos políticos (...). Debido a esto, muchos militantes
están en la cárcel cumpliendo condenas ridículas desde el punto de vista
militante, lo cual es verdaderamente peligroso y resulta improductivo para el
avance de las posiciones revolucionarias en el seno de la clase obrera».
Al
margen de la cuestión de los presos políticos, esta
parrafada nos suscita un par de reflexiones. La primera es que nos vuelve a
dejar estupefactos la capacidad que tienen nuestros críticos para decir
tonterías a diestro y siniestro (más a diestro que a siniestro, teniendo en
cuenta la organización en la que militan). Lanzan contra nuestro Partido la
gravísima
acusación de que queremos atraer militantes a nuestra Organización, en vez de
buscar la hegemonía.
Nuestro
Partido, como todos los partidos comunistas que son y han sido, tiene
entre sus
objetivos fundamentales el de atraer militantes a sus filas y fortalecerse
orgánicamente. ¿Es que el PCPE acude a los frentes de lucha buscando únicamente
adhesiones
morales? Y, por otro lado, ¿de qué manera se puede obtener esa hegemonía
si no se cuenta con una organización fuerte, no sólo en lo político e
ideológico, sino también en lo orgánico?
Y, en la última parte de
la cita, se lanza una advertencia a quienes pretendan tomar el camino de la
lucha revolucionaria, intentando meterles el miedo en el cuerpo y demostrando
cuál es el carácter del PCPE-CJC. Vienen a decir que hacerse militante del
PCE(r) es algo «verdaderamente peligroso» (y no es propio de comunistas... al
menos no lo es en el caso de los comunistas de los pueblos de España... correr
peligros de ningún tipo) porque se puede acabar en la cárcel y, lo que es peor,
terminar haciendo el ridículo, pues las condenas que se nos imponen son
«ridículas desde el punto de vista militante». No sabemos qué se pretende
expresar con esto de lo ridículo desde el punto de vista militante. Debe ser
otra ocurrencia de nuestros aprendices de marxistas, que cuando no saben qué
decir, salen por la tangente con frases rimbombantes de este tenor. Lo que
ocurre es que, en este caso, les han traicionado los duendes del subconsciente y
ha salido el contrarrevolucionario que llevan dentro.
¿Ridículas las condenas
a los militantes del PCE(r)? ¿Deben considerar igualmente ridículas “desde el
punto de vista militante” la muerte de José Ortín, de Sevillano, de Crespo
Galende y de muchos otros presos políticos y militantes comunistas asesinados
por el terrorismo de Estado?
Los cabecillas del
PCPE-CJC, aunque no lo manifiesten a menudo (si lo hicieran, buena parte de sus
propias bases se los comerían vivos), profesan un profundo odio a nuestro
Partido y a nuestros militantes, presos incluidos. Su documento “interno” es una
clara prueba de ello. Y es bastante entendible este odio, en el que coinciden
todos los reformistas y oportunistas: somos el espejo en el que se deben mirar y
lo que ven no les gusta nada; somos el contrapunto a su claudicación, a su
venalidad, a su inconsecuencia. Desean de todo corazón que desaparezcamos del
mapa de una vez para siempre, pues, de ese modo, podrían hacerse pasar por
revolucionarios ante la imposibilidad de establecer una comparativa entre los
bolcheviques
de postal, que tienen la completa seguridad de que dormirán cada noche en
su casa -después de leer apaciblemente algún clásico del marxismo con la bata y
las pantuflas-, y entre quienes creen que la lucha por el socialismo exige un
grado de compromiso y de sacrificio que está a años luz del que están dispuestos
a asumir estos señores. Los auténticos comunistas no tienen ningún complejo y no
temen hacer el mayor de los ridículos
dando con sus huesos en la cárcel si a eso les conduce su compromiso
revolucionario; y el compromiso revolucionario, cuando es auténtico, suele tener
la desagradable consecuencia de conducir a los militantes comunistas a los
cuarteles, comisarías y mazmorras del fascismo.
Y aquí enlazamos con la
cuestión de los presos políticos, que según los peceperos no son más que el
señuelo que utilizamos para captar militantes «sin la suficiente formación e
información». Como siempre, y siendo consecuentes con la mezquindad política que
rezuma el documento que estamos analizando, nuestros jóvenes diletantes
interpretan las cosas de la peor manera, pretendiendo adjudicarnos sus propias
cualidades morales.
Nosotros no nos dedicamos a manipular a
la gente (como hacen los CJC en su documento) ni utilizamos la cuestión
de los presos políticos como un caramelito con el que embaucar a ningún pobre
ingenuo (los peceperos parten de la base de que todos aquéllos que no militan en
sus organizaciones están aquejados de la más profunda estupidez y falta de
luces). Los presos políticos no son ningún señuelo; más bien son un testimonio.
¿Un testimonio de qué? Pues, sencillamente, son el testimonio de quiénes están
dispuestos en este país a luchar hasta las últimas consecuencias.
Sí,
los presos
políticos representan un polo
de atracción para los militantes más honestos. Pero no por los motivos
que creen los peceperos, no por un humanista sentido de la solidaridad, no
porque nos dediquemos a explotar la vena sensible del personal relatándoles
compungidos la situación tan penosa en que están nuestros pobres presos. Éste no
es nuestro estilo. En las charlas que dan nuestros ex-presos o en las cartas que
escriben los que aún se encuentran dentro, se transmiten cosas muy diferentes a
esta patética sensiblería. Se denuncia, como no podía ser de otro modo, la
situación en que viven los presos, las palizas, el aislamiento, etc. (sobre lo
cual el PCPE-CJC guarda en general, salvo honrosas y contadas excepciones, un
sepulcral silencio, haciéndose con ello cómplice de los actos criminales del
fascismo). Pero, sobre todo, se anima a continuar la lucha, a organizarse, a
seguir combatiendo por el socialismo. Y esto es lo que valoran los jóvenes
combativos y los sectores avanzados de la clase obrera: cómo en las condiciones
más difíciles se pueden mantener la moral, el espíritu y los principios
revolucionarios. Ya lo hemos dicho: un movimiento que cuenta con presos
políticos demuestra que va en serio en esto de hacer la revolución. Y esto no es
un señuelo de nada; es un hecho objetivo, tangible, que se explica por sí mismo.
¿Qué demuestra, por su parte, el PCPE-CJC? Con presentarse a las elecciones,
obtener dos concejales en todo el Estado, practicar el más mezquino seguidísimo
respecto a las mafias sindicales al servicio del capital (ya hasta hace sus
mítines en la sede central de la UGT) y enmierdar a las organizaciones
revolucionarias de aquí a la India (la posición del PCPE respecto a los
naxalitas dice mucho de la naturaleza contrarrevolucionaria de este partido)
tiene suficiente. Y esto también se explica por sí mismo. ¿Alguien se va a
extrañar cuando a la vuelta de no mucho tiempo no quede en este partido ni un
solo militante honesto? Quedarán el tal Carmelo Suárez (insigne dirigente y
“teórico” marxista) y los cuatro gatos de la extinta Unión Proletaria (dónde
quedaron los buenos tiempos de “La Forja”, en que estos señores se presentaban
como los sumos guardianes de las esencias del marxismo-leninismo, partidarios de
la organización clandestina y de los métodos ilegales de lucha...). Si en este
momento son algunos más, ello sólo se debe a que la represión se ha encargado
durante cuarenta años de que en este país la alternativa auténticamente
revolucionaria se haya visto imposibilitada de desarrollarse a un mayor nivel.
Ésta es la razón de que organizaciones como el PCPE hayan adquirido alguna
fuerza. Y, siendo así, resulta muy llamativo que los peceperos afirmen en su
documento que el relativo desarrollo que en momentos de agudización de la lucha
de clases se produce en lo que ellos llaman el “izquierdismo” se debe a «la
ayuda que le brinda el Estado burgués a estos grupos para acometer lo que mejor
saben hacer, dinamitar el trabajo del Partido de la revolución
marxista-leninista». Una de dos: o los “ideólogos” del PCPE-CJC tienen serios
problemas en el córtex frontal y perciben la realidad como les viene en gana o
pretenden tomarnos a todos por imbéciles. ¿A quién ha ayudado el Estado burgués?
¿Al PCE(r), contra el que el Estado ha practicado todas las formas habidas y por
haber de represión y terrorismo? ¿O al PCPE,
“el-partido-de-la-revolución-marxista-leninista”, que lleva vegetando en la
legalidad burguesa desde su mismo nacimiento?
Animamos encarecidamente
al PCPE-CJC a que continúe por esta línea, a que siga hundiéndose en la charca
revisionista. La crisis y el colapso de esta organización son tan inevitables
como la crisis y el colapso del propio capitalismo, por cuanto el proceso de
destrucción del capitalismo está indisolublemente ligado al proceso de
destrucción del revisionismo y el reformismo. Por nuestra parte, tenemos la
certeza de que, a pesar de la represión y de la labor que los oportunistas de
todos los colores desarrollan contra nosotros, seremos capaces de articular la
alternativa revolucionaria que la clase obrera, los sectores populares y la
propia situación política y económica están reclamando. No nos cabe duda de que
aún nos quedan muchos golpes por recibir, de que aún debemos superar no pocas
dificultades, de que aún tenemos por delante un ingente trabajo que realizar.
Pero sabremos estar a la altura de las exigencias de la lucha revolucionaria. El
futuro, ya lo hemos dicho muchas veces, es de los que persisten.